El Celta cabalga a lomos de Balaídos
El Celta ya navega por las aguas cálidas de
la clasificación, alejado de las tormentas y los malos vientos que le
azotaron en las primeras jornadas. Superado el arranque irregular del
campeonato, los de Eduardo Berizzo se han instalado en la zona confortable de la tabla -con los puestos europeos a una sola zancada-, tras superar al Valencia -cuarta victoria seguida en Balaídos-
en un trabajado partido donde aparcaron las florituras de otras tardes y
agarraron el pico y la pala para sacar carbón de un duelo tan intenso
como trabado, disparatado por momentos, y en el que con mucho esfuerzo y
dos genialidades culminadas por Roncaglia y Guidetti acabaron por
remontar el penalti con el que el cuadro de Prandelli se había
adelantado en el marcador.
No era un panorama sencillo el que se le dibujaba al Celta: remontar a un buen equipo como el Valencia en un día en el que le faltaba la clarividencia de Orellana (ausente por lesión), de Aspas (demasiado arrinconado en la banda derecha) o de Pione Sisto (incapaz de superar en el duelo particular a Cancelo). La brutal pelea de Guidetti con los centrales solo alcanzó para reclamar un penalti por supuesto empujón al sueco. Pero a falta de inspiración el Celta puso arrojo. No es poca cosa. Hay equipos, llamados a grandes peleas a los que les cuesta bajarse al barro. No es de esa clase el conjunto de Berizzo. Se enfanga sin dudarlo aunque en días como el de ayer tuvieran que tirar del viejo manual del juego directo que se manejaba en los tiempos de Maguregui. Y en una de esas apareció Roncaglia para hacer una jugada más propia de Messi que de un baqueteado defensa central. El argentino, que estaba siendo lo más solvente del Celta, recogió un balón en el área con un control inverosímil, sentó a dos rivales en un palmo y ajustó un misil al palo largo de la portería de Alves, cuyo vuelo solo sirvió para adornar el tanto.
Los vigueses recibieron una inyección de autoestima justo antes de volver a la caseta para el descanso. Un momento especialmente importante que, según la lógica, debería haberle servido para encontrar serenidad y alguna otra vía para combatir a los de Prandelli. Pero sucedió justo al contrario. El Celta regresó hecho un manejo de nervios. Se instaló en el primer cuarto de hora de la reanudación un tremendo desconcierto, se abrieron grietas por todas partes mientras el juego lo manejaban Nani, Parejo y compañía. La defensa resistió como pudo el aluvión mientras el centro del campo vigués, incapaz de ganar un balón dividido ni parar un segundo el juego, se hacía transparente.
La solución la encontró Berizzo en el momento en el que la musculatura de Radoja dijo basta. Faltaban poco más de veinte minutos y hacía tiempo que el partido reclamaba un movimiento del banquillo. Entró en el campo Marcelo Díaz, que no es un legionario, pero tiene un don con la pelota en los pies. Desafortunado en sus últimos partidos, el chileno le puso al Celta lo que echaba de menos. Un instante de pausa. Y a su alrededor fueron apareciendo otros futbolistas. Parecía un costurero. Díaz fue cosiendo las líneas y el juego del equipo vigués fue cobrando sentido. Incluso los defensas se contagiaron de su claridad para proporcionarle más seguridad al conjunto. El Valencia se sintió inseguro entonces. El balón llegaba más limpio a la zona de ataque. Ya no eran misiles en busca de Guidetti. Aparecían Pione, Aspas o el incansable Wass por el área de Alves. Pocos disparos, pero las llegadas ya eran constantes. A falta de un cuarto de hora llegó el truco final. Un saque de esquina lanzado desde la banda derecha del ataque en la que los jugadores de Berizzo se disfrazaron de orfebres. En ese momento colgaron del perchero el mono de trabajo que habían sudado toda la tarde para ponerse el esmoquin recién planchado. Wass y Marcelo Díaz tejieron una combinación a un toque que descolocó a toda la defensa del Valencia. El chileno llegó a la línea de fondo y puso el balón al punto de penalti donde medio Celta esperaba el envío. El Valencia, en cambio, se sintió desprotegido, desnudo, y todos sus futbolistas se metieron en el área chica. Una jugada que acredita trabajo, disciplina, pizarra y humildad (la que tuvo Berizzo que disimular diciendo que la jugada no estaba ensayada). Guidetti picó el cabezazo para marcar el segundo gol ante la mirada de pánico de los valencianistas, que ya no tuvieron capacidad para comprometer a la defensa del Celta. El equipo ya era otro. Díaz le había pegado cuatro puntadas sanadoras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario